Ubicada a unos 75 kilómetros de la costa de Oslo, capital de Noruega, nos sorprende una cárcel en una isla con 2,6 kilómetros cuadrados, que alberga a 115 delincuentes, entre ellos, los más peligrosos del país, declarados culpables de asesinatos, violaciones o tráfico de drogas. Se ha convertido en un centro ecológico y es representativa de la dedicación noruega por que las cárceles sean una forma de rehabilitar y reintegrar a los criminales en la sociedad.

Nadie va a proponer una estadía aquí como viajeros amantes de las islas, ni siquiera se podrá disfrutar del clima que todo turista de playas , arena y mar desea encontrar. Pero un dato curioso nos trae a este país precedido por los más violentos y sangrientos antepasados de la península escandinava, los vikingos. Bueno, los hijos de los hijos, de los hijos, etc de aquella etnia, ahora nos dan ejemplo del buen trato humanista y sentido hacia las personas que más daño le han hecho, en algun momento, a su sociedad actual. Y lo pagan con la cárcel.
Sin embargo, estar en esta cárcel es como estar de vacaciones. No hay muros de alambre, cercas electrificadas, ni guardias armados. Tampoco hay perros patrullando en los alrededores. Los presos viven en pequeñas cabañas de madera pintadas de vivos colores y se encargan de criar animales de granja, al cultivo y a cortar leña. Para la recreación, hay una playa en la que los prisioneros toman el sol, pescan, montan a caballo, andan en bicicleta y juegan al tenis. En cuanto a la cena, esta ofrece una selección de platos como «bolas de pescado con salsa de camarones».

“Es muy sencillo: trata a la gente como basura y serán basura. Trátalos como seres humanos y actuarán como seres humanos”. — Tom, director de la cárcel abierta de Bastoy
Bastoy es una cárcel abierta, un concepto nacido en Finlandia en los años 30 y ahora forma parte del sistema en toda Escandinavia, donde los presos a veces pueden mantener su empleo fuera mientras cumplen su condena, usando el transporte público a diario. El 30% de las cárceles noruegas son abiertas y Bastoy, un conocido reformatorio masculino reconvertido en prisión en 1982, se considera la joya de la corona de todas ellas.

Un ferry transporta algunas mercaderias, visitas y también al director de la carcel isla, Tom Eberhardt; que está felíz de no tener que conducir su automóvil cada día por las caóticas calles de Oslo hacia su trabajo. Y un detalle: excepto el capitán del ferry, todos los demás que operan la nave son presos. Ese es su trabajo diario.
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El tipo de tratamiento que se le da a los presos generalmente deja perplejos a muchos, a veces incluso llega a ofender a personas que creen que la prisión tiene que ser un lugar de privación y penitencia. Pero si el objetivo de la prisión es cambiar a las personas, Bastoy parece funcionar. Solo el 16% de los presos que salen de Bastoy reinciden dentro de los dos años después de su libertad, en comparación con el promedio nacional de Noruega que asciende al 20%, y siendo la media europea de reincidentes del 70%.
Según Arne Kvernvik Nilsen, un ex gobernador de Bastoy, todo es cuestión de actitud y auto-descubrimiento. «La única manera que tenemos de cambiar a la gente es ponerles en una situación en la que el cambio comienza desde su interior. Y eso tiene que empezar descubriéndose uno a sí mismo de una manera nueva, en lugar de verse como un fracaso».
Los presos de Bastoy puede tomar sus propias decisiones con respecto a la forma de llevar a cabo sus respectivas sentencias. Algunos de ellos optan por trabajar con diferentes animales (caballos en los establos o cría de ganado, ovejas o corderos). Otros han ocupado puestos de agricultores, cocineros, gerentes de tiendas de comestibles, carpinteros, mecánicos e incluso operadores de ferry.
Nos cuenta el director de la cárcel:
“La agricultura es una parte importante de nuestra filosofía. Somos humanos, ecológicos. Los animales también tienen una función social, enseñando lo que es la empatía. Aquí todo el mundo trabaja la tierra”.

Por las mañanas, en Bastoy, no suena ningún despertador. Los presos han de estar en sus puestos a la hora, y tienen que ser capaces de hacerlo de una manera responsable. La jornada de trabajo comienza a las 8:30 de la mañana y dura hasta las 15:30 de la tarde.
Es una reserva natural, que cultiva el 25% de sus alimentos. La mayoría de los vehículos son eléctricos y todo se recicla.

Las celdas de los presos pueden albergar hasta seis personas, pero cada uno tiene su propia habitación y comparten cocina y otras instalaciones. Solo una comida se prevé cada día en el comedor, mientras que el desayuno y la cena la han de hacer ellos mismos. Por sus trabajo, ganan 60 NOK (unos 10 dólares), y se dan subsidios de alimentos cada mes.
Cualquier preso en Noruega puede solicitar un traslado a Bastoy cuando han cumplido un mínimo de cinco años de su condena. Obviamente , hay una lista de espera. No llega a ser un resort con spa,pero el estilo de vida tranquilo y relajado es el denominador común a todas las islas del planeta. Cada tipo de delincuente, incluidos los condenados por delitos graves como asesinato o violación, pueden ser aceptados siempre y cuando estén dispuestos a vivir una vida libre de crimen.
No hay nada que represente mejor el estilo noruego que su sistema penitenciario, que ha adoptado un “principio de normalidad”, según el cual el castigo es la restricción de la libertad por sí misma y que ordena que nadie debe cumplir su condena bajo condiciones más estrictas de lo que se requiera para la seguridad de la comunidad. Las cárceles en todo el país son pequeñas: la mayoría alberga a menos de 100 personas y algunas, a sólo un puñado de personas. Están diseminadas por todo el país, que mantiene a los presos cerca de sus familias y comunidades, y están diseñadas para asemejarse lo máximo a la vida del exterior.
Arne Kvernvik Nilsen cita a varios internos que decían: «El tiempo que he pasado aquí me ha hecho darme cuenta de que no soy un mal tipo. Y he decidido que voy a cambiar mi forma de vivir «.
Con la colaboración de Baz Dreisinger
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